No puedes evaluar un sistema de creencias demente desde su interior

No puedes evaluar un sistema de creencias demente desde su interior. Su campo de acción impide esa posibilidad. Lo único que puedes hacer es salirte de él, examinarlo desde una perspectiva de cordura y notar la diferencia. Sólo mediante este contraste puede la demencia ser juzgada como demente. Aunque dispones de la grandeza de Dios, has elegido ser insignificante y lamentarte de tu pequeñez. Dentro del sistema que impuso esta elección, lamentarse es inevitable. En él tu pequeñez se da por sentada y no te detienes a preguntar: «¿Quién lo decidió así?» La pregunta no tiene ningún sentido dentro del sistema de pensamiento del ego, ya que pondría en entredicho todo el sistema en sí. (T.9.VII.6)

El ego tiene miedo del gozo del espíritu

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«El ego tiene miedo del gozo del espíritu porque una vez que lo hayas experimentado dejarás de proteger y de atribuirle valor al miedo. Le atribuyes gran valor ahora porque el miedo es un testigo de la separación, y tu ego se regocija cuando das testimonio de ella. ¡Repúdialo! No le escuches ni le ampares. Escucha únicamente a Dios, que es tan incapaz de engañar como lo es el espíritu que Él creó. Libérate y libera a otros. No les ofrezcas a los demás una imagen de ti mismo falsa e indigna, ni tampoco aceptes una imagen similar de ellos.» (Un Curso de Milagros, Texto 4.I.10)

Quien es el autor del miedo

«Dios no es el autor del miedo. El autor del miedo eres tú. Has elegido crear en forma diferente a como crea Él, y, por lo tanto, has hecho posible el que puedas tener miedo. No estás en paz porque no estás desempeñando tu función. Dios te encomendó una función muy elevada que no estás llevando a cabo. Tu ego ha elegido estar atemorizado en vez de llevarla a cabo. Cuando despiertes te será imposible entender esto porque es literalmente increíble. No creas lo increíble ahora. Cualquier intento de incrementar su credibilidad es simplemente un intento de posponer lo inevitable. La palabra «inevitable» le causa terror al ego, pero es motivo de júbilo para el espíritu. Alcanzar a Dios es inevitable, y tú no puedes eludirlo, de la misma manera en que Él no te puede eludir a ti.» (UCDM, Texto 4, I, 9)