Aquel a quien Dios ha llamado no debe prestar oídos a ningún substituto

Aquel a quien Dios ha llamado no debe prestar oídos a ningún substituto. La llamada de los substitutos no es más que el eco del error original que fragmentó el Cielo. ¿Y qué fue de la paz de los que prestaron oídos a dicha llamada? Regresa conmigo al Cielo, y caminando junto con tu hermano ve a otro mundo más allá de éste, hasta llegar a la belleza y alegría que ese otro mundo te ofrece. ¿Quieres debilitar y fragmentar aún más lo que ya se encuentra fragmentado y sin esperanzas? ¿Es ahí donde buscarías la felicidad? ¿No preferirías acaso reparar lo que ha sido quebrantado y unirte a la cruzada para devolverle la plenitud a lo que fue asolado por la separación y la enfermedad? (T.18.I.12)