Son los sueños realidad o sueños. Es la realidad verdad o un sueño.

«Un curso de milagros» enseña que hay dos tipos de sueños: los sueños felices… y los otros, los sueños de culpa. Los sueños felices son los que conforman el mundo real, el que no se ve con los ojos del cuerpo; los sueños de culpa son los que conforman el mundo que vemos con los ojos del cuerpo.

Seguimos siendo, y siempre seremos, exactamente como Dios nos creo. Esto no se puede cambiar pues consituye una premisa de nuestra creacion. Lo que si podemos hacer es creer que podemos cambiarlo, y esto es lo que hacen los sueños de culpa: creer que la perfeccion en la que fuimos creados ha sido trocada en imperfeccion.

Y al creer en la imperfeccion fabrican todo un universo adaptado a esa irrealidad, un universo donde la imperfeccion es posible, un universo que solo se puede ver con los ojos del cuerpo. El cuerpo es en si mismo un efecto de los sueños de culpa: es la demostracion palpable de la imperfeccion. El curso enseña que el cuerpo en el que creemos estar es tan falso como una moneda de dos caras. No es obra del Creador sino que fue fabricado por el sueño de imperfeccion de su Criatura.

«Dios no creó el cuerpo porque el cuerpo es destructible, y, por consiguiente, no forma parte del Reino. El cuerpo es el símbolo de lo que crees ser. Es a todas luces un mecanismo de separación y, por lo tanto, no existe.»

Asi describe el curso el mundo real:

«Siéntate sosegadamente, y según contemplas el mundo que ves, repite para tus adentros: El mundo real no es así. En él no hay edificios ni calles por donde todo el mundo camina solo y separado. En él no hay tiendas donde la gente compra una infinidad de cosas innecesarias. No está iluminado por luces artificiales, ni la noche desciende sobre él. No tiene días radiantes que luego se nublan. En el mundo real nadie sufre pérdidas de ninguna clase. En él todo resplandece, y resplandece eternamente.»

Por tanto, la ‘realidad’ que creemos vivir no es real, es tan solo un sueño de miedo. Son los sueños felices, sin juicios, los que abren las puertas del mundo real, que aun es el mundo que tu fabricaste, pero ahora esta perdonado.

«Cuando hayas contemplado lo que parecía infundir terror y lo hayas visto transformarse en paisajes de paz y hermosura, cuando hayas presenciado escenas de violencia y de muerte y las hayas visto convertirse en serenos panoramas de jardines bajo cielos despejados, con aguas diáfanas, portadoras de vida, que corren felizmente por ellos en arroyuelos danzantes que nunca se secan, ¿qué necesidad habrá de persuadirte para que aceptes el don de la visión? Y una vez que la visión se haya alcanzado, ¿quién podría rehusar lo que necesariamente ha de venir después? Piensa sólo en esto por un instante: puedes contemplar la santidad que Dios le dio a Su Hijo. Y nunca jamás tendrás que pensar que hay algo más que puedas ver.»

Deja un comentario